La última de las mayores se ha ido, alzó el vuelo a la una de la tarde y dejó recuerdos en los corazones de quienes la quisieron. Se fue de donde vino, es posible, eso no lo sé, solo sé que ya no está y no estará más con nosotros. Su cuerpo será enterrado junto a los suyos, posiblemente, o en algún lugar donde encuentre cabida. Su alma, su alma inmortal quizá regrese, si es que Dios así lo quiere. Su espíritu es lo que queda presente, y se quedará presente hasta que el último que la recuerde ya no exista en este mundo.
Es la realidad de la vida: nada se queda perenne. Solo quedan los recuerdos, los que de vez en cuando dibujarán una sonrisa nostálgica y en otras, una lágrima arrancará del alma. Recuerdos con los que aprenderán a convivir los seres que con ella compartieron parte o toda su vida y la quisieron.
La abuela se ha ido. Casi no tengo recuerdos de ella. Referencias sobre ella por mi padre, por mi tía, por mi hermana, por mi madre, cada uno contando la experiencia de la época compartida; pero yo, yo solo la tengo como un vago recuerdo en mi memoria y como vago se difumina y se torna lejano.
Era una mujer de campo, proyectaba que tenía fuerzas y que era indomable. Sin embargo, mi abuelo, un hombre delgado y más pequeño que ella, alguien que parecía que el viento lo llevaba, la gobernaba, la manejaba a su antojadizo gusto. Hablaba poco, al menos eso recuerdo, yo tampoco era de mucho hablar cuando niña, pero sabía por mi madre, que a ella la quiso y por ese cariño visitó la casa varias veces. Yo la recuerdo con su vestido floreado, con una sonrisa amable pero guardando distancia detrás del abuelo. Era ella, la abuela, la madre de mis tíos; la que soportaba al abuelo. Quien pese a los malos tratos que recibió de él, se quedó a su lado hasta el último día de su vida.
Hoy se ha ido una mujer que parió sin haber nacido, porque para el gobierno no tenía registro de nacimiento en ningún libro, y era tal el olvido del pueblo donde nació, que ni registro de su bautizo se encontró cuando se hizo necesario. Un ejemplo más de la dejadez del gobierno central para con el interior del país, quien por ser mujer, en su época, no tuvo derecho a ir a la escuela, ni a recibir instrucción alguna, más que los labores de la casa. Mujer con virtudes y defectos como cualquier ser humano. Madre, madrasta, señora, abuelita y abuela, eso y mucho más; pero sobre todo, mujer.
Hoy termina una era, la era de los abuelos; luego de ella ya no quedan más abuelos a quienes nombrar. La abuela es la última de los abuelos que emprendió ese viaje para no regresar jamás. Y hoy, aunque no tengo recuerdos de ella, acompaño a mi tía en el lamento por su partida.
Una era que termina
viernes, mayo 27, 2011 |
Categorías:
Familia
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Sph
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